Nos enfrentamos al tic-tac, conscientes de que somos indefensos ante él, y aún así nos empeñamos en cargar a nuestra espalda el dolor que supone un tiempo que se nos va, un libro que nunca tendra segunda parte o un punto y final que estamos obligados a escribir. Y poco a poco olvidamos que por mucho que lo intentemos es imposible volver al pasado, o cambiar el sentido de las agujas del reloj, borrar los errores que cometimos, o revivir un momento en el que nos gustaría habernos quedado para siempre: dejando escapar gran parte de nuestra vida buscando la manera de congelar el presente.
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